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Un agricultor extremeño

Una reflexión sobre unas protestas que probablemente marquen el discurrir de la actualidad de las últimas semanas. ¿Qué está pasando en el agro? Pues un poco lo que lleva pasando las últimas décadas: la rentabilidad está bajo números, el negocio es insostenible y las explotaciones están desapareciendo. Aquí se suman factores estructurales con otros temporales (sequía, subida de costes). En 15 años han desaparecido el 37% de las explotaciones de la Unión Europea (UE).

En la última década y media hemos perdido más de un tercio de nuestras explotaciones. Es importante que se entienda la gravedad de la información. Esto es consecuencia de la baja rentabilidad que acumulan la mayoría de nuestras producciones, y que va bajando año a año. Tenemos precios del cereal, por poner un ejemplo, similares a los de hace 40 años. Sin ajustar al IPC, una auténtica barbaridad.

Pero en este tiempo nuestros costes han ido aumentando, tanto los de capital (tierras), como los de maquinaria, abonos, fitosanitarios, personal, etc. Ahora mismo un tractor vale casi el doble que hace 3 años, los abonos estarán sobre el doble. Esto ha provocado un verdadero hartazgo en el sector, con muchos agricultores viendo que su trabajo no da fruto alguno, que no hay progreso económico en el sector.

A lo mejor que puedes aspirar es a que llueva bien y salve la campaña, a que tu variedad de frutales recién plantados no pase de moda y no tengas que arrancar, o a que la hortícola que has sembrado este año tenga buen precio. Es una auténtica ruleta rusa. Susto o muerte.

A todo esto, se ha sumado el aumento de la presión regulatoria, lo que está ahogando en burocracia a las explotaciones. Nuevas normativas de la PAC. Eco-regímenes. Cuaderno digital de campo. Desaparición de fitosanitarios autorizados. Solo para explicar estos últimos cuatro puntos a una persona ajena al sector me tendría que tirar horas. Imaginaos el caos que provoca en un sector que Europa esté cambiando las normas del juego cada dos por tres. Y en ganadería ya ni hablo, no os imagináis lo que hay.

Y ojo, esto no va de denostar las regulaciones. Vivimos en el mundo desarrollado, queremos trazabilidad, seguridad alimentaria, certeza de comer productos sanos sin restos de pesticidas, buenas prácticas agrícolas, sostenibilidad, cuidado del medioambiente, biodiversidad. El problema viene cuando al agricultor cada vez se le exigen más cosas, pero se le da menos. Menos precio por su producto. Menos seguridad de venta, si el ‘mercado no lo quiere’ lo tiras. Menos rentabilidad en las explotaciones. Menos ingresos por la Política Agraria Común (PAC).

Breve inciso por si acaso, la PAC, siendo coloquiales, son las subvenciones a los agricultores y ganaderos, se pagan por superficie o cabezas de ganado y son más o menos iguales para todos. Un agricultor medio cobra unos 5.000 euros aproximadamente. ¿Cuál es la finalidad de la PAC? Pues hay varias, en primer lugar, pone unas normas comunes para todos los países que hay que respetar: en cuanto a cuidado medioambiental, sostenibilidad, etc. Además, se supone que su función es complementar la renta de los agricultores. En la práctica es una inyección de dinero al sector para compensar aquellas regulaciones que nos hacen menos competitivos que el exterior, por ejemplo, que las mega granjas americanas. Así, la UE se asegura de tener un sector viable, y, por tanto, que exista soberanía alimentaria.

De cara al consumidor, lo que hace la PAC es mantener unos precios de la alimentación artificialmente bajos. Sin esa subvención no se podría vender el producto al precio que se vende actualmente. ¿Cuál es el problema? Que nos impone una normativa súper restrictiva que otros países no están obligados a cumplir. Por tanto, se da la paradoja, por ejemplo, de que los grandes empresarios del sector hortofrutícola replican el modelo de Almería al otro lado del Mediterráneo, en Marruecos, donde no tienen restricciones medioambientales, ni de agua, y mano de obra barata. Y de repente vemos como en Europa se prohíben los clorpirifos, por ejemplo, por ser súper dañinos para la salud y el medio ambiente, mientras nos podemos traer tomates marroquíes regados con clorpirifos. Y oigan, yo no soy el más listo de la clase, pero… si imponemos una normativa para cuidar al medio ambiente y a nuestra población, ¿no debemos exigir lo mismo a los productos importados? ¿los clorpirifos dejan de ser tóxicos en Marruecos? ¿ya no dejan residuos en los alimentos?

Voy a recalcar algo. Mi posición no es quitar regulaciones, creo que la gente las quiere y cumplen su función, aunque revisaría un puñado de ellas. Pero no podemos importar productos sin exigir lo mismo que aquí. Porque entonces nos estamos haciendo trampas al solitario.

Evidentemente, hay que exigir más cosas, no es solo esto. Por ejemplo, que no se cargue con impuestos el gasóleo profesional. Me da igual para tractores que para camiones o taxis, no tiene sentido.

Hay que facilitar el relevo generacional, que es casi inexistente. No puede ser que un joven que se incorpora necesite un capital de más de 1 millón de euros para sacar poco más del SMI (Salario Mínimo Interprofesional).

Hace falta una fuerte inversión en infraestructuras hídricas para paliar los efectos de las sequías, que son recurrentes en nuestro clima. Hace falta reformar el sistema de seguros agrarios, para que sean una cobertura real en caso de desastres. Tenemos una agricultura súper tecnificada, con profesionales muy formados, tecnología punta y medios a nuestro alcance.

Producimos algunos de los mejores alimentos del mundo. Solo nos falta que nos dejen desarrollar nuestro trabajo sin impedimentos.

Yo mañana estaré en la huelga con los compañeros del sector, y seguiremos los días que se decidan. Ojalá esto comience una oleada de movilizaciones que le den un vuelco al sector, lo necesitamos nosotros y todos los ciudadanos. Evidentemente, esta es mi posición personal, dentro del sector habrá otras. También hay gente que ha pedido mucho menos, y quien pide auténticas idas de pinza. Poco a poco se irá definiendo todo.

Daniel Trenado, Nueva Revolución, 7/02/24 – La reflexión de un agricultor extremeño sobre las protestas en el sector

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