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Sicoanálisis

Sicoanálisis

Jesús Basáñez, en el prefacio de su obra “El humorismo vasco”, que es una antología, pero desgraciadamente una antología de textos casi exclusivamente castellanos, se pregunta: “¿Cómo no tener en cuenta o pasar por alto a nues- tros bersolaris, a esos bardos populares, orgullo de nuestra estirpe, cuando improvisan ese trenzado lírico, dibujando en el aire verdaderos arabescos del lenguaje y en donde se hermanan la gracia y la ironía, la verdad y la inventiva, lo prosaico y lo espiritual o eterno?”
Dice Manuel Lecuona que una de las características de esta literatura popular, de la que por cierto es hoy paladín el P. Antonio Zavala, como lo prueba su obra editorial titulada “Auspoa”, es una rara vis irónica. Exacto. Es más: Nuestro pueblo, cuando da con alguien que posee verdadero humor, lo califica de “erdi-bersolari”, esto es, de medio bersolari, aunque jamás haya compuesto en su vida un solo verso.

Dando de lado a los bersolaris de nuestra generación, que los hay abundantes y excelentes –Uztapide, Xalbador, Basarri, Lazkao-Txiki, Mattin, etcétera– y también a los de la generación anterior, como los archifamosos Xenpelar, Pello-Errota, Udarregui, Txirrita o Embeita, vamos a centrar exclusivamente nuestra atención en Fernando el de Amézqueta, en Pernando Amezquetarra, figura ya legendaria que se considera como el prototipo, si no del humor vasco propiamente dicho, sí por lo menos de la auténtica gracia popular vasca.
Algunas de las “salidas” que se atribuyen a Pernando no son indudablemente suyas. Se encuentran idénticas ocurrencias incluso en autores clásicos de otras literaturas, como Pedro Alfonso, Jerónimo Alcalá, etcétera.

Lo que hay es, como dice Benigni: “De un personaje se hace con frecuencia un símbolo de una cualidad, y después se le atribuyen toda clase de aventuras propias para hacer resaltar esta cualidad”.
Permítasenos que demos lectura a la traducción castellana de unos fragmentos de un trabajito titulado “Sicoanálisis de Pernando Amezketarra” y que lo leímos el año 1964, en la plaza pública de Amézqueta, con motivo de las fiestas conmemorativas que del segundo centenario del nacimiento del propio Pernando se celebraron dicho año en su pueblo natal. En este trabajo procuramos recoger, claro es en forma indirecta, muchos de los dichos y anécdotas de Pernando.
“– ¿Qué tal por el cielo, Pernando?
– En el cielo vivimos bien. Y alegres.
– ¿Alegres?
– Sí, muy alegres. Nosotros, los que vivimos en el cielo, unos más, otros menos, pero todos somos gente de buen humor. En el cielo están de más esos slogans de “Sonría por favor”, etcétera. A decir verdad, cuando yo vivía en el mundo, tampoco hacían falta en el país vasco esa clase de advertencias. Ahora, los vascos tendréis más dinero que entonces, pero me parece que, en cuestión de humor, estáis un poco de capa caída.
– ¿Estáis muchos bersolaris en el cielo?
– Pocos bersolaris van… al infierno. La mayoría suelen ser personas alegres, y es sabido que una persona alegre tiene que poseer buen corazón, y el que posea buen corazón tiene mucho adelantado para andar por los caminos que conducen al cielo.
– ¿Y tú, Pernando, qué tal hombre eras cuando vivías en la tierra: bueno o malo?
– Como casi todo el mundo, ni bueno ni malo: regular.
– ¿Cuál es, a tu juicio, para el hombre, el bien mayor de este mundo?
– La salud.
– ¿Y luego?
– Lo que yo no tuve nunca: ganas de trabajar.
– ¿Y después?
– El buen humor.
– ¿Y el dinero?
– El dinero tampoco perjudica a nadie. Desde luego, a mí no me hizo ningún daño, pues no tuve nunca dinero…
– ¿Cuál es el mayor defecto del hombre?
– La soberbia.
– ¿Y el pecado más excusable?
– Robar… cuando se está de hambre.
– ¿Cuál es la cualidad más elogiable en la mujer?
– La de ser una buena compañera de su marido.
– ¿Y si es soltera?
– Si es soltera, que no pase todo el día riñendo y refunfuñando.
– ¿Cuál es el ave que más te gusta?
– La perdiz…, pero en el plato.
– ¿Y, en general, el animal más querido?
– El burro (Pernando no se separaba nunca de su burro).
– ¿Por qué?
– Porque es el más humilde y sufrido.
– ¿Qué cosas son las que más te gustan para comer?
– La trucha y el jamón crudo, pero sin sal.
– ¿Y la mejor bebida?
– El vino tinto navarro.
– Y ¿qué opinas tú: cuáles son los juegos y deportes vascos mejores y más castizos?
– La pelota, en primer lugar, y luego, la palanca, la llamada barra vasca. Yo no me explico cómo habéis dejado perder el juego de lanzamiento de la palanca.
– Otra cosa. ¿Hoy cómo se anda para entrar en el cielo?
– Poco más o menos, como siempre. Los buenos entran con relativa facilidad, pero los demás encuentran muchas dificultades. Luego, naturalmente depende también de cómo esté uno con San Pedro, el portero…
– Y tú ¿cómo estás con él?
– ¿Yo? Muy bien.
– ¿Muy bien?
– Sí. De cuando en cuando San Pedro toma vacaciones, y entonces, a veces, me deja en su puesto como portero del cielo.
– ¿Es verdad eso?
– Jamás mentimos los habitantes del cielo.
– Y tú, Pernando, como portero sustituto del cielo ¿eres de manga ancha?
– Sí, sobre todo con los caseros. Este mundo ha adelantado mucho desde que yo me fui de él, pero la gente de la calle se ha aprovechado mucho más que la del campo de ese adelanto. La gente del campo lleva ahora también, sobre poco más o menos, la misma vida de antes. Y teniendo en cuenta que los caseros tienen ya bastante infierno en este mundo, yo tengo para ellos las puertas del cielo abiertas de par en par. Y si son de Amézqueta o de los alrededores, no les exijo siquiera el documento nacional de identidad…
–¿Y a las puertas del cielo llegan muchos pastores? (Pernando era pastor).
– Bastantes.
– ¿Y escribanos?
– Ninguno. (Según Pernando jamás pisó el cielo ningún escribano).
– ¿Y abogados?
– Pocos.
– ¿Y curas?
– Tampoco… demasiados.
Existen también algunas otras manifestaciones del humor característico vasco merecedoras de examen. Entre estas manifestaciones figura, en primer lugar, la relativa a la paremiología, al refranero.
Los viejos refranes vascos, por lo menos muchos de ellos, son realmente buenos modelos de humor. “El vago, siempre joven”, “Las solteronas, mal nombre, los solterones, mal fin”. “Cuando la boca se mueve, el vientre se alegra”.
No digamos los motes y apodos, tan abundantes de antiguo en nuestra tierra. Krakax, Anima-luze, Doctor Zikiñ, Juan Gose, Alberdi-eder, Musumerke, Santa Kruz txiki…
Existen también en el país actividades que, tal como son desarrolladas actualmente, tienen relación más o menos directa con el humor. Una de ellas es la de los etimologistas, a la que tan aficionados somos, o mejor dicho, son los vascos, pues nosotros hace ya tiempo que nos cortamos la coleta en esta actividad.

Antonio Arrue, El humor en la literatura euskérika

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